Luego vino la primera sorpresa del día: Un camino improvisado en medio de un gran pasto para vacas. El camino especial estaba señalizado mediante flechas de madera de fabricación propia y piedras tiradas en el suelo. El empinado camino conducía directamente a la solitaria iglesia de San Pedro de Pría, que se encontraba detrás de la gran pradera.



